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miércoles, 17 de abril de 2013

La herida sonriente



“UNO, DOS, TRES” de Billy Wilder.                                                    

Billy Wilder, como tantos otros talentos judíos, ante la desolación del antisemitismo, se vio obligado a huir de Europa debido a la subida al poder de Hitler. Este contexto político y social que le tocó vivir, le hizo el hombre que fue. Que su madre muriera en los campos de concentración tuvo que ser tan doloroso, que solo pudo encontrar una forma de liberarse.

Huyó a París, y de ahí a Berlín donde desarrolló su labor de periodista. Se trataba de un momento en el que en los años anteriores había habido una aceleración del cine como arte. Su interés por éste hizo que se embarcara rumbo a EEUU, la meca del cine. Fue en Hollywood donde pudo plasmar sus ideas, expresar sus sentimientos, y así liberarse a través de  las historias profundas e intensas que creó.

Excelente en su hacer, no es de extrañar que su gran maestro fuera Ernst Lubitsch, con el que colaboró al principio como guionista para más tarde aparecer como director. Se trató de un cineasta muy influyente durante los años 40 (lo avalan 21 nominaciones y 5 Oscars), y crucial por su estilo cínico y tratamiento de la realidad de forma muy subjetiva. Subjetividad traducida en una concepción, en su base, de identificación del mundo en el que vivía como un “vertedero”, y en su cúspide, la capacidad de utilizar el sentido del humor para transformar lo más oscuro, ese mundo en tinieblas, en luz.


Cineasta y guionista que, aunque escribió tanto drama como comedia,  siempre valoró esta última por encima de cualquier otra cosa. Con un inconfundible y característico estilo, Wilder cogía aquello que detestaba y lo transformaba en algo de lo que los demás se reían.

Esta comedia de 1961, con una estructura cronológica, y ambientada en el Berlín de la Guerra Fría en el que el sector occidental gozaba de la protección de los aliados y el oriental se encontraba bajo la dominación comunista y arruinado, muestra con un tono irónico continuas escenas en las que se muestra el enfrentamiento ideológico tratado con inteligencia y mucho sentido del humor entre las dos grandes súper-potencias, las cuales competían a diferentes niveles. Película que lleva implícita una crítica social, única en aquél momento, y en el que Wilder fue de los pocos en hablar de ello, pero que sin embargo hoy en día es palpable su mordacidad a la hora de tratar el tema.

La aproximación de Wilder a la situación en la que se hallaba el mundo en los años posteriores a la segunda guerra mundial crea esta rítmica película en la que el director y también guionista despliega lo mejor de sí mismo, y da como resultado una genial parodia. Los personajes principales poseen mucho temperamento e incluso dotados con un tono severo, mediante un guión original, reflejan claramente los dos extremos ideológicos. Wilder hace constantes alusiones a los símbolos de las diferentes partes: un reloj de cuco con la bandera y música del himno americano, globos con las frases “Yankee Go Home” o “Russki Go Home”, referencias a Lenin, Khrushchev..

Se hace factible la Guerra Fría cuando los empresarios rusos quieren conseguir la fórmula de la Coca-cola por medio de un trato que se niega a firmar el norteamericano jefe de ventas, manifestando el rechazo a los rusos por parte de los Estados Unidos de Norteamérica. Por otro lado, se muestra una especie de liberación sexual por parte de éstos en contraposición con la no muy liberal y atada Unión Soviética.

Por un lado el capitalismo interpretado por el norteamericano señor McNamara, jefe de ventas de la Coca-cola, y por otro el comunismo, un joven radical, y no muy maduro, que parece que no puede ver más allá de los símbolos comunistas. Ambos personajes muy prejuiciosos, y muy medidos, a los que se les otorga un perfil y una personalidad llevada al extremo. De hecho, éstos actúan con un tono de voz bastante elevado que les hace verdaderamente notables, así como una sobreactuación de los mismos. El norteamericano jefe de ventas puede llegar a rozar la molestia.

Estos se rodean de personajes secundarios que van ayudando a que la parte más seria y tajante se vaya a ratos suavizando. De esta forma el ritmo está compensado y hace que el espectador se mantenga en vilo y no pierda en ningún momento el interés, el cual está controlado, no solo desde la claqueta que lleva el ritmo, nada lento, sino también por la trama concreta que se desarrolla y que hace de suspense, ya que no se sabe qué conclusión va a tener en ningún momento la película, la cual nos llevará a un reservado desenlace que será cerrado en la historia de los personajes. A destacar este inesperado final en el que Wilder da una vuelta de tuerca y produce un efecto sorpresa y de reflexión ante una erosión en la ideología marcada y tozuda durante el transcurso del filme de los personajes clave para acabar aceptando y formando parte, digamos, del bando contrario. Parece estar criticando todos esos adjetivos; ambición, fogosidad, impetuosidad, la radicalización y el extremo. Y como a golpe de amor, todos ellos desaparecieran.

Fabulosa comedia de Wilder, y que unida a otras geniales películas del autor, hicieron mella en el nuevo continente, a pesar de que él “siempre se consideró un extraño en Hollywood”. Sus razones tenía, y además sabía muy bien lo que decía, “con la comedia uno se ríe de la vida y de todos cuantos la viven preocupadísimos por sus pequeños tropiezos”.



Ficha Técnica
Título Original:  One, Two, Three
Género:  Comedia
Año:  1961
Duración:  108 min.
País:  Estados Unidos
Director:  Billy Wilder
Reparto:  James Cagney, Pamela Tiffin, Horst Buchholz, Arlene Francis, Liselotte Pulver, Howard St. John, Hanns Lothar, Leon Askin, Ralf Walter, Karl Lieffen, Hubert von Meyernick
Guión:   Billy Wilder y I.A.L. Diamond
Música:  André Previn
Fotografía: Daniel L. Fapp
Productora: United Artists
Premios:  1961 Oscar a la mejor fotografía en Blanco y Neg

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