“UNO, DOS, TRES” de Billy Wilder.
Billy Wilder, como
tantos otros talentos judíos, ante la desolación del antisemitismo, se vio
obligado a huir de Europa debido a la subida al poder de Hitler. Este contexto
político y social que le tocó vivir, le hizo el hombre que fue. Que su madre
muriera en los campos de concentración tuvo que ser tan doloroso, que solo pudo
encontrar una forma de liberarse.
Huyó a París, y
de ahí a Berlín donde desarrolló su labor de periodista. Se trataba de un momento
en el que en los años anteriores había habido una aceleración del cine como
arte. Su interés por éste hizo que se embarcara rumbo a EEUU, la meca del cine.
Fue en Hollywood donde pudo plasmar sus ideas, expresar sus sentimientos, y así
liberarse a través de las historias
profundas e intensas que creó.
Excelente en su
hacer, no es de extrañar que su gran maestro fuera Ernst Lubitsch, con el que
colaboró al principio como guionista para más tarde aparecer como director. Se
trató de un cineasta muy influyente durante los años 40 (lo avalan 21
nominaciones y 5 Oscars), y crucial por su estilo cínico y tratamiento de la
realidad de forma muy subjetiva. Subjetividad traducida en una concepción, en
su base, de identificación del mundo en el que vivía como un “vertedero”, y en
su cúspide, la capacidad de utilizar el sentido del humor para transformar lo
más oscuro, ese mundo en tinieblas, en luz.
Cineasta y
guionista que, aunque escribió tanto drama como comedia, siempre valoró esta última por encima de
cualquier otra cosa. Con un inconfundible y característico estilo, Wilder cogía
aquello que detestaba y lo transformaba en algo de lo que los demás se reían.
Esta comedia de
1961, con una estructura cronológica, y ambientada en el Berlín de la Guerra
Fría en el que el sector occidental gozaba de la protección de los aliados y el
oriental se encontraba bajo la dominación comunista y arruinado, muestra con un
tono irónico continuas escenas en las que se muestra el enfrentamiento
ideológico tratado con inteligencia y mucho sentido del humor entre las dos
grandes súper-potencias, las cuales competían a diferentes niveles. Película
que lleva implícita una crítica social, única en aquél momento, y en el que Wilder
fue de los pocos en hablar de ello, pero que sin embargo hoy en día es palpable
su mordacidad a la hora de tratar el tema.
La aproximación de
Wilder a la situación en la que se hallaba el mundo en los años posteriores a
la segunda guerra mundial crea esta rítmica película en la que el director y
también guionista despliega lo mejor de sí mismo, y da como resultado una
genial parodia. Los personajes principales poseen mucho temperamento e incluso dotados
con un tono severo, mediante un guión original, reflejan claramente los dos
extremos ideológicos. Wilder hace constantes alusiones a los símbolos de las
diferentes partes: un reloj de cuco con la bandera y música del himno
americano, globos con las frases “Yankee Go Home” o “Russki Go Home”,
referencias a Lenin, Khrushchev..
Se hace factible
la Guerra Fría cuando los empresarios rusos quieren conseguir la fórmula de la
Coca-cola por medio de un trato que se niega a firmar el norteamericano jefe de
ventas, manifestando el rechazo a los rusos por parte de los Estados Unidos de Norteamérica.
Por otro lado, se muestra una especie de liberación sexual por parte de éstos
en contraposición con la no muy liberal y atada Unión Soviética.
Por un lado el
capitalismo interpretado por el norteamericano señor McNamara, jefe de ventas
de la Coca-cola, y por otro el comunismo, un joven radical, y no muy maduro,
que parece que no puede ver más allá de los símbolos comunistas. Ambos
personajes muy prejuiciosos, y muy medidos, a los que se les otorga un perfil y
una personalidad llevada al extremo. De hecho, éstos actúan con un tono de voz
bastante elevado que les hace verdaderamente notables, así como una
sobreactuación de los mismos. El norteamericano jefe de ventas puede llegar a
rozar la molestia.
Estos se rodean
de personajes secundarios que van ayudando a que la parte más seria y tajante se
vaya a ratos suavizando. De esta forma el ritmo está compensado y hace que el
espectador se mantenga en vilo y no pierda en ningún momento el interés, el
cual está controlado, no solo desde la claqueta que lleva el ritmo, nada lento,
sino también por la trama concreta que se desarrolla y que hace de suspense, ya
que no se sabe qué conclusión va a tener en ningún momento la película, la cual
nos llevará a un reservado desenlace que será cerrado en la historia de los
personajes. A destacar este inesperado final en el que Wilder da una vuelta de
tuerca y produce un efecto sorpresa y de reflexión ante una erosión en la
ideología marcada y tozuda durante el transcurso del filme de los personajes
clave para acabar aceptando y formando parte, digamos, del bando contrario. Parece
estar criticando todos esos adjetivos; ambición, fogosidad, impetuosidad, la
radicalización y el extremo. Y como a golpe de amor, todos ellos
desaparecieran.
Fabulosa comedia
de Wilder, y que unida a otras geniales películas del autor, hicieron mella en
el nuevo continente, a pesar de que él “siempre se consideró un extraño en
Hollywood”. Sus razones tenía, y además sabía muy bien lo que decía, “con la
comedia uno se ríe de la vida y de todos cuantos la viven preocupadísimos por
sus pequeños tropiezos”.
Ficha Técnica
Título Original: One, Two,
Three
Género: Comedia
Año:
1961
Duración: 108
min.
País: Estados
Unidos
Director: Billy Wilder
Reparto: James Cagney,
Pamela Tiffin, Horst Buchholz, Arlene Francis, Liselotte Pulver, Howard St.
John, Hanns Lothar, Leon Askin, Ralf Walter, Karl Lieffen, Hubert von Meyernick
Guión: Billy
Wilder y I.A.L. Diamond
Música:
André Previn
Fotografía: Daniel L. Fapp
Productora: United Artists
Premios: 1961 Oscar a la mejor fotografía en Blanco
y Neg
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